Intelectual 1: -No impostar, está claro. No necesitamos la pose.
Intelectual 2: -El que ostenta saber es medio tilingo, además, convengamos. Che, el cortado un poco fuerte, ¿no?
Intelectual 1: -Sí, pero la medialunas son buenísimas siempre.
Intelectual 2: -Con los libros que tienen, si nos dieran pan duro iríamos igual, escucháme.
Intelectual 1: -Las medialunas, me hicieron acordar al cuento ese de Bukowski, ¿Cómo se llamaba?
Intelectual 2: -Ni idea.
Intelectual 1: -Saber pero estar con los pies en la tierra, eso.
Intelectual 2: -Es como dice Ford, eso del rol del intelectual…
Intelectual 1: -Antes lo dijo Gramsci, eh.
Intelectual 2: -Ford leyó a Gramsci. Lo que importa es lo que decimos, esto de evitar “la retórica de papers”, ser orgánico, funcional.
Intelectual 1: - Ni hablar. ¿Viste esos snobs de la librería? Les decís “corréte” y no se corren. ¿No podés leer y hacerte el afectado y correrte del pasillo al mismo tiempo?
Intelectual 2: -Ridículos.
Intelectual 1: -Sí, necesitan demostrar, parecer pensantes, con el ceño fruncido. Eso no lo queremos.
Intelectual 2: -No, no lo queremos. La librería de Ezequiel queda para allá.
Intelectual 1: -¿El último de Casas, dijiste? Maravilloso, una profundidad… Sensible. Eso.
Intelectual 2: -Pero sin impostar. Ahora está de moda Casas.
Intelectual 1: -Nosotros lo leíamos antes de que estuviera de moda.
Intelectual 2: -A Casas lo queremos. Eso hay que hacer, lo que hace él.
Intelectual 1: -Pensar, escribir, sin snobear.
Intelectual 2: -Qué genial Casas. Peronistas, intelectuales peronistas. Como Durand, como Raimondi. Como Casas.
Intelectual 1: -Vitagliano.
Intelectual 2: -Eso.
Un colectivo que pasa y los atropella en la esquina de Honduras y Cabrera. Los intelectuales comprometidos con la realidad no hicieron a tiempo de mirar a la izquierda ante de cruzar.